En
el siglo XIX, Gustave Flaubert escribió un pequeño "Diccionario
de lugares comunes". Junto a cada vocablo ponía un lugar común de su
época. Por ejemplo, al término "Imbéciles" lo seguía
este lugar común: "Quienes no piensan como uno". Si
alguien hiciera hoy un diccionario como el de Flaubert, junto a "Providencias
judiciales"
pondría algo así: "demasiado
extensas, deben ser más breves". Es
un lugar común actual.
El
problema es que quizás nadie ha encontrado una fórmula universal para ser breve
y riguroso a la vez en las providencias. Los fanáticos de la brevedad suelen resultar
ligeros y superficiales, al menos en casos difíciles. Los maniáticos del rigor
y la suficiencia son alérgicos a providencias breves, por fácil o reiterado que
sea el asunto. El deber de brevedad vive en pulsión con los mandatos de transparencia y suficiencia. Y la tecnología tampoco ayuda,
pues ha hecho que escribir en abundancia resulte actualmente demasiado
sencillo, y en contrapartida no somos menos vanidosos, ni nos hemos vuelto más
capaces de editar cuanto escribimos.
Mi
propuesta entonces es aceptar que no hay remedio para esta propensión hacia
extender innecesariamente las decisiones judiciales, y tratar de hacer algo
noble con esta realidad. Leí un fragmento de Walter Benjamin y se me ocurrió la
siguiente idea altruista: si hemos de vivir así, al menos tratemos de hacer
un arte para elaborar apropiadamente mamotretos judiciales. Por suerte, no
es preciso inventar nada, porque ya existe un amplio y rico repertorio de
prácticas estupendas en la jurisprudencia contemporánea, del cual podemos
extraer una serie de instrucciones perfectas e infalibles para escribir
decisiones gigantes. Por sencillos que sean los casos, hoy las decisiones por
lo general se toman decenas de páginas, o incluso centenares de ellas, y a
partir de este maravilloso panorama es muy fácil entender cómo se hace una
providencia colosal. En el evento de que usted quiera cultivar este excelso
arte de construir mamotretos, cosa que le recomiendo por su propio
prestigio, puede seguir estas instrucciones:
1. Repita cuantas veces pueda "el caso" a decidir. Primero,
desde luego, expóngalo en los antecedentes. Es su lugar natural y nadie va a
cuestionarlo por ello. Pero incluso allí, si tiene la oportunidad, intente repetirlo,
varias veces si es posible. Después
de los antecedentes, en las motivaciones, antes de establecer el problema jurídico
atrévase a presentar de nuevo el caso. Van dos veces, al menos. Ya son demasiadas, por supuesto, pero trate de
no amilanarse: aún puede intentar presentarlo otra vez más, en ese acápite imprescindible que se titula "caso concreto". Y, además,
si se lo permiten, nuevamente exponga el caso en esa "síntesis" final
de la decisión (joya de este arte). De ese modo, resultará imposible que la providencia sea corta,
pues habrá expuesto el caso unas 4 veces por lo menos. Siempre puede aducir que
su lector es usualmente incapaz de entender a menos que le explique usted en varios
segmentos lo que decide.
2. Exponga en el mayor número de palabras posible el orden (la “metodología”) de lo que va a escribir, y haga esto varias veces a lo largo del fallo.
Cualquiera es consciente de lo innecesario y fatigante de anunciar a cada paso lo que se va
a hacer en el siguiente, pero en esta cruzada, un recurso así es un cómplice
magnífico. Por ejemplo, al principio de las motivaciones puede usted decir: "Este
texto se compone de cuatro partes", y luego detallar con términos
prescindibles en qué consistirá cada una. Cuando pueda poner "Primero",
escriba más bien “En primer lugar”, y así agigantará el texto poco a poco.
Obviamente, además, es recomendable que después, en cada una de esas secciones que ya señaló en detalle, haga usted lo mismo, pero ahora con lo que va a decir en
ellas. Y al concluirlas, arriésguese asimismo a explicar lo que acaba de hacer
y lo que va a presentar a continuación, para luego exponerlo de nuevo.
Practique hacer eso en cualquier actividad de su vida cotidiana y notará que es
tortuoso. Pero agrandará las decisiones, y eso es lo importante.
3. En cuanto a las consideraciones, esfuércese por dividirlas férreamente en dos grandes partes: una abstracta y otra concreta. No intente mezclarlas. Esta disposición del texto le permitirá repetir, en la sección concreta (el "caso concreto"), lo que había dicho en el segmento abstracto anterior. Usted podrá
argüir que en el segundo segmento ya el lector probablemente no recuerda bien las
consideraciones generales que hizo atrás, en parte por lo extensas y por la
cantidad de veces que ha presentado el caso concreto. Entonces es el pretexto
perfecto para repetir lo dicho arriba. Escribir de esta manera, además, le
ofrece una oportunidad de oro para agrandar el texto presente o las
providencias futuras. ¿Por qué? Porque formular dos veces en palabras
distintas, o en párrafos diferentes, una doctrina o unos principios es un
riesgo de ambigüedad, y con el fin de evitarlo o remediarlo usted puede invocar
este peligro para adicionar palabras. Evite, eso sí, el vicio de empezar las
consideraciones con expresiones que de una vez decidan el asunto con claridad,
como por ejemplo: "En este caso, la demanda prospera por los siguientes
argumentos…", y luego exponer cada argumento y decidir. Esta práctica lo
aleja de su ideal de una jurisprudencia voluminosa.
4. Si algo ya se ha explicado bien en la jurisprudencia del pasado, siéntase
en libertad de reiterarlo con la misma o mayor extensión. Supongamos que una
providencia anterior hizo todo el barrido de la jurisprudencia, no sé, sobre
tutela contra providencias, causales de nulidad o cualquier otro punto de
derecho. En adelante, ceda a la tentación de recorrer, como hacen los turistas,
exactamente los mismos pasos que sus predecesores. Mejor dicho: haga un peregrinaje por lo
que ya se expuso bien antes, pero hágalo con más palabras o detalles, etc.,
pues su objetivo es claro: incrementar el texto. Como decía Oscar Wilde, "La
mejor forma de librarse de una tentación es caer en ella".
5. Si hay muchos fallos que expresan una misma posición, expóngalos
todos o casi todos, o al menos varios de ellos. Absténgase de hacer solo una
síntesis de todo y de condensar el precedente en unas pocas líneas o en un
párrafo con una sola cita. Para justificar cualquier reiteración innecesaria
dentro de un proyecto, siempre podrá aducir la necesidad irresistible de probar
la consistencia de la postura, o de hacer la historia de una posición. Puede aprovechar la facilidad que le da la
tecnología para copiar y pegar pedazos enteros –ojalá muy extensos— de las
motivaciones de decisiones anteriores, y de hacerlo varias veces.
6. La elaboración de toda buena providencia presupone un proceso de
investigación. Para que nadie crea que pierde su trabajo, viértala toda en la providencia, sea o no necesario. Antes de escribir podría
haber un esfuerzo de síntesis, pero puede usted ahorrarlo y dejárselo al
público: ¿cuál es mi conclusión y cuáles los pasos absolutamente necesarios para
llegar a ella? Ese debe ser un trabajo del auditorio. No el suyo. Usted
preocúpese del arte humanista de hacer una jurisprudencia inmanejable.
7. Las siglas sirven a la brevedad, así que evítelas o adiciónelas. Es
comprensible que un texto no se llene de siglas, de modo que tiene usted la
justificación perfecta para no ponerlas siempre. Y si las pone, no olvide
agregar a qué se refieren cada vez que las use. Poner, por ejemplo, "IVA
-Impuesto al Valor Agregado" no es mejor para nadie que lea, pero
conseguirá usted avanzar hacia su objetivo de incluir su decisión entre el
universo de mamotretos judiciales. Los que leen las providencias no son tontos
y entienden lo que es una sigla, pero no es bueno fomentar la pereza.
8. Como en el arte, en el derecho también hay estilos barrocos. Sírvase
de ello para agigantar su escrito. Donde puede haber dos palabras, ponga tres. O cuatro. Y así. En vez de "el accionante interpuso recurso contra”, escriba “quien
presentó la demanda en el sub lite instauró en su momento un recurso en contra
de". Progresivamente, de esta manera, colmará el texto con palabras superfluas . Además, sature los textos de detalles, aunque
parezcan o sean innecesarios (usted sabe que no lo son, al menos para nuestro
buen fin). Algunas providencias contienen números gigantes de resoluciones
(precedidos de varios ceros), folios, cuadernos, radicados, anversos, reversos,
etc. En muchas ocasiones, estas referencias revelan transparencia. Tome
provecho de esa justificación para llenar su texto con información absurda e innecesaria
de esa clase.
9. Enumere los párrafos de la forma más complicada y extensa posible. En lugar
de 1, 2, 3, etc., use párrafos que inicien así: "3.1.5.7.5.4.3".
Escribir de ese modo no solo colma espacio, sino que además demanda esfuerzos
evitables en el lector, pues le exige ser consciente de una serie muy amplia de
bifurcaciones o divisiones en el razonamiento. Su falta de edición podrá
hacerse pasar por sofisticación. A eso, súmele sangrías inútiles. Y de estas
dos maneras habrá contribuido a ampliar innecesariamente el texto.
10. Todas las citas de normas, jurisprudencia, detalles o elementos
anecdóticos, que pueden ser útiles, deben quedar en el cuerpo, a pesar de que
podrían ir a pie de página. Nunca pierda de vista su objetivo.
11. Al citar casos anteriores, asegúrese de mencionar nombres, fechas,
sitios, números que resulten irrelevantes. Por ejemplo, ponga el nombre de la
persona demandante del proceso anterior, o el número de la resolución que le
negó la pensión, si es posible con todos los ceros a la izquierda que tenga, etc.,
aunque esto no haga la menor diferencia.
12. La "síntesis" del final ocupa más espacio del necesario,
pero viste el disfraz perfecto. Se hace pasar por "síntesis" aunque
agiganta la decisión. Y eso es lo que necesitamos. Véala usted como aliada. Pero
no pierda de vista su virtud adicional: esa "síntesis" (este es un arte que no todos entienden) no está exenta de problemas. Si expresa lo dicho antes con otras
palabras, generan ambigüedad, que usted podrá resolver después con el mismo
efecto de hacer decisiones más largas. Si la síntesis recoge las mismas
palabras, es irrelevante pero sirve a su cometido.
13. Evite cualquier proceso de edición. Y, sobre todo, trabaje solo.
Así, si sigue al pie de la letra todas estas instrucciones, la
providencia que escriba entrará al no tan selecto pero distinguido
universo de decisiones judiciales difícilmente inferiores a 100, 50
o 30 páginas. Estas no son las únicas vías para llegar a tan famoso conjunto,
pero sí las más extendidas. Con ellas se conforma un bello elenco de providencias que casi nadie puede leer, o que lee pero no domina, por falta de tiempo o paciencia. No cualquiera
comprende la nobleza de este arte. Intente eludirlas y verá: corre el peligro de ser breve.
Hágalo, si quiere, bajo su responsabilidad, pues podrán decirle que le
hace falta técnica o algo así. Y nadie desea eso. Yo puedo dar fe de que
funcionan para lo que he dicho, ya que las he puesto en práctica.